La muerte sobrevuela la novela, tanto explícitamente con los asesinatos, como de una manera algo más velada. El autor no nos deja olvidarnos ni un momento de ello: la famosa polilla Acherontia styx no es una polilla cualquiera: en su tórax aparece un dibujo que se asemeja a una calavera y su apellido styx, hace referencia al río Estigia, río que en la mitología griega separaba el mundo de los vivos del de los muertos.
La luz y la oscuridad, enfrentados y sin embargo siempre unidos. El concepto del yin y el yang. En ambos existe la semilla del otro, sin el primero el segundo no podría existir. Blanco y negro, bien y mal, simbolizados en el cruel doctor Lecter y la valiente Clarice Starling: se repelen y, a su pesar, se necesitan, incluso se respetan, porque ambos reconocen en su contrario una chispa de sí mismos. Así, al final del libro Thomas Harris escribe, a través de las manos de Aníbal Lecter (escribo Aníbal tal y como viene en esta edición y no como parece que después decidieron que apareciera en todos los sitios: Hannibal), una nota a su muy admirada Clarice:
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